Paso 1. Observa tus
manos. Ellas son el mejor
testimonio de tu historia (y de la histeria). En ellas se encuentra (respondido)
el acertijo que abriga el encanto que abruma la nostalgia del pasado y es traído
como condición de moda.
manos. Ellas son el mejor
testimonio de tu historia (y de la histeria). En ellas se encuentra (respondido)
el acertijo que abriga el encanto que abruma la nostalgia del pasado y es traído
como condición de moda.
Paso 2. Acude al
sentido común. Puede que ese mismo
proceso de moda entrañe una sospechosa cantidad de insidiosa realidad, para la
cual es imposible negarse: si llevamos viendo hacia atrás tanto tiempo, es
porque no se nos ha ocurrido algo nuevo.
sentido común. Puede que ese mismo
proceso de moda entrañe una sospechosa cantidad de insidiosa realidad, para la
cual es imposible negarse: si llevamos viendo hacia atrás tanto tiempo, es
porque no se nos ha ocurrido algo nuevo.
Paso 3. La línea de
tiempo. Lo mejor para
comprender el paso ordenado, cronológico y paulatino de escuelas de
pensamiento, tendencias y oleadas generacionales es dibujar una línea en la que
cuelgues momentos como si fueran calzones. Así encontrarás que en los años 60
estallan muchas cosas bajo el amparo de las épocas psycho y hippie, mientras
que para los 70 llega al paroxismo el constructivismo lounge. Para los 80, una doble moral se cubre con el manto del pop
y una oleada fresa sacude al mundo. En los noventa empiezan las preguntas con
la generación Y e I: ¿hacia dónde? Y ahora cuelga la
pregunta: si tuviéramos que autoclasificarnos en una generación, ¿cuál sería?;
¿cómo se llamaría?; ¿qué características tendría?
tiempo. Lo mejor para
comprender el paso ordenado, cronológico y paulatino de escuelas de
pensamiento, tendencias y oleadas generacionales es dibujar una línea en la que
cuelgues momentos como si fueran calzones. Así encontrarás que en los años 60
estallan muchas cosas bajo el amparo de las épocas psycho y hippie, mientras
que para los 70 llega al paroxismo el constructivismo lounge. Para los 80, una doble moral se cubre con el manto del pop
y una oleada fresa sacude al mundo. En los noventa empiezan las preguntas con
la generación Y e I: ¿hacia dónde? Y ahora cuelga la
pregunta: si tuviéramos que autoclasificarnos en una generación, ¿cuál sería?;
¿cómo se llamaría?; ¿qué características tendría?
Paso 4. ¿Nos preocupamos? Por definición, una era tiene inicio y fin, y los
estudiosos de las oleadas generacionales están desesperados con dos cosas. Una,
la estética de la antiestética (que básicamente se puede subtitular a que lo
naco sea chido), y dos, que parece haberse estacionado esta moda retro, desde
el diseño automotriz hasta la generación musical.
estudiosos de las oleadas generacionales están desesperados con dos cosas. Una,
la estética de la antiestética (que básicamente se puede subtitular a que lo
naco sea chido), y dos, que parece haberse estacionado esta moda retro, desde
el diseño automotriz hasta la generación musical.
Paso 5. Todo es un
juego. Dicen que una de las
mejores formas de conocerse es por medio del juego. Así que toma un Rubik o un
Atari y encuentra que esta nostalgia de la patilla, del cine de ficheras (y su ingeniosa
vestimenta), de anteojos de pasta enormes y pesados, vinilos, peinados que no
lo son, mallones, y diseños abiertamente de época, tienen como causa, un
reclamo a ese callejón generacional sin salida. Pero sin que todo sea drama, se
vale jugar. Se vale disfrazar, creer que eres tu papá con sus camisas entramadas
y con cuellote, y televisores Telefunken o Philco. Después de todo, lo retro no
deja de ser un concepto, y como tal, se puede modular, cambiar, eliminar o
adoptar. Siempre y cuando no sea en “piloto automático”.
juego. Dicen que una de las
mejores formas de conocerse es por medio del juego. Así que toma un Rubik o un
Atari y encuentra que esta nostalgia de la patilla, del cine de ficheras (y su ingeniosa
vestimenta), de anteojos de pasta enormes y pesados, vinilos, peinados que no
lo son, mallones, y diseños abiertamente de época, tienen como causa, un
reclamo a ese callejón generacional sin salida. Pero sin que todo sea drama, se
vale jugar. Se vale disfrazar, creer que eres tu papá con sus camisas entramadas
y con cuellote, y televisores Telefunken o Philco. Después de todo, lo retro no
deja de ser un concepto, y como tal, se puede modular, cambiar, eliminar o
adoptar. Siempre y cuando no sea en “piloto automático”.
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