Paso 1. El silencio era un amigo.
No es común, mucho
menos corriente, que uno hable poco. Sospecho que en algún momento de la
lactancia se habrá inyectado una poderosa vacuna contra el silencio que corrompe
y retumba en el espacio de la mente como vendedor con bocinas en un vagón del
metro. Y curiosamente, así es como termina la historia de un silencio prístino,
cuidado, educado para persistir y mostrarse como nutriente de una mente sana: en
un chisme buenísimo con la comadre, en alguna historia de complot contra la
humanidad a cargo del chofer del taxi, o en un comentario a tiempo con el que pagará la
luz antes de ti en el banco.
menos corriente, que uno hable poco. Sospecho que en algún momento de la
lactancia se habrá inyectado una poderosa vacuna contra el silencio que corrompe
y retumba en el espacio de la mente como vendedor con bocinas en un vagón del
metro. Y curiosamente, así es como termina la historia de un silencio prístino,
cuidado, educado para persistir y mostrarse como nutriente de una mente sana: en
un chisme buenísimo con la comadre, en alguna historia de complot contra la
humanidad a cargo del chofer del taxi, o en un comentario a tiempo con el que pagará la
luz antes de ti en el banco.
Paso 2. El silencio de niño
De niño me ponían mute con un simple alzar de cejas. La
frente de mi papá se llenaba de las arrugas que encendían todos los semáforos
previos a las nalgadas o pantuflazos (éstos eran los menos dignos). Hoy las
cejas siguen al aire y callo ya por convicción. No hay mucho qué decir si el
continente hace las veces de contenido y se confunde. Fíjate, en una reunión,
por ejemplo, donde se habla porque a eso vas, y la charla se torna en
obligación. Cómo hay destrezas para soltar oropel y desproporción…
frente de mi papá se llenaba de las arrugas que encendían todos los semáforos
previos a las nalgadas o pantuflazos (éstos eran los menos dignos). Hoy las
cejas siguen al aire y callo ya por convicción. No hay mucho qué decir si el
continente hace las veces de contenido y se confunde. Fíjate, en una reunión,
por ejemplo, donde se habla porque a eso vas, y la charla se torna en
obligación. Cómo hay destrezas para soltar oropel y desproporción…
Paso 3. El silencio de la mente
Si uno calla es porque
algo ha de tener dentro. No es una regla general, pero es varias veces más
respetable que el (Yo) que no para de hablar (de Yo). Así es como la mente se
agarra de un hilo de media y con una falsa certeza de las cosas y del mundo, se
convierte en lugarteniente y responsable del parloteo y envoltura de palabrería
desordenada que choca entre sí, contra tu cráneo y los semáforos [aquí iría un
montón de oropel y palabrería más, pero espero que haya quedado claro que la
propia mente es responsable de disciplinarse y observar en el silencio,
nutrimento de atención sostenida].
algo ha de tener dentro. No es una regla general, pero es varias veces más
respetable que el (Yo) que no para de hablar (de Yo). Así es como la mente se
agarra de un hilo de media y con una falsa certeza de las cosas y del mundo, se
convierte en lugarteniente y responsable del parloteo y envoltura de palabrería
desordenada que choca entre sí, contra tu cráneo y los semáforos [aquí iría un
montón de oropel y palabrería más, pero espero que haya quedado claro que la
propia mente es responsable de disciplinarse y observar en el silencio,
nutrimento de atención sostenida].
Paso 4. Destruír (en silencio) el mundo
Pero tal vez debí
haber hablado poco y con ello, reducido estas palabras a la tercera parte. Aunque
estoy seguro que a mi editor poco le hubiera convencido tener que dejar dos
tercios de este espacio en blanco. Por ello, la estafeta es compartida contigo en
esta secreta consigna: quédate en silencio un rato, una hora, un día. Nota todo
lo que ocurre cuando metes freno de mano al diálogo interno. Cuando notas que
el silencio es un privilegio y no una obligación, el discurso del mundo que
tenías cambia por completo.
haber hablado poco y con ello, reducido estas palabras a la tercera parte. Aunque
estoy seguro que a mi editor poco le hubiera convencido tener que dejar dos
tercios de este espacio en blanco. Por ello, la estafeta es compartida contigo en
esta secreta consigna: quédate en silencio un rato, una hora, un día. Nota todo
lo que ocurre cuando metes freno de mano al diálogo interno. Cuando notas que
el silencio es un privilegio y no una obligación, el discurso del mundo que
tenías cambia por completo.
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