Tienes que patear una piedra o una corcholata varias veces,
de tal modo que hagas una diferencia geográfica en la vida de ese ser inanimado.
Tienes que tender la cama en contra de la voluntad de todas las células que
habitan y gritan en tu cuerpo. Tienes que tomar la mano de un adulto al cruzar
la calle (como si el adulto tuviera más sabiduría que tú). Tienes que caminar
por la calle sin pisar las líneas del adoquín. Tienes que hacer trampa en el
Rubik y arrancar las estampas de colores (el mejor atajo que la creatividad y
la selección natural pudieron brindar). Tienes que generar el odio más
fuerte a ese momento del domingo en el que el día empieza a oscurecer. Tienes
que estirar la cara cuando te cambian de lugar por hablar en clase (y luego se
preguntan por qué no tienes habilidades comunicativas…). Tienes que voltear a
ver las nubes y sorprenderte con el detalle más lúcido de la lucha entre
dragones y quimeras. Tienes que hacerte el dormido cuando se acercan tus papás
para validar que te has dormido y entonces poder discutir a gusto. Tienes que
portar el uniforme cuando lo menos que sientes, es uniformidad en esa escuela.
Tienes que aprenderte de memoria el vocabulario y subphylums, en lugar
de comprender la naturaleza de la realidad. Tienes que beber la leche
directamente del cartón. Tienes que usar Wikipedia como sistema central de
inteligencia para todas tus tareas. Tienes que pegarte y calcinarte los dedos
con Kola Loka, intentando pegar el Lladró de tu abuelita, que se
interpuso entre la portería y tu tino. Tienes que dejar de buscar algo para que
aparezca. Tienes que meterte en lo que no te importa. Tienes que enlodarte
hasta los calzones justo cuando portas ropa recién lavada. Tienes que ser cruel
con los otros niños, justo como esos niños enseñaron que deberías ser. Tienes
que decirle adiós a los coches que pasan junto nomás por competirle a tu
hermanito. Tienes que jugar a fracturar todos tus muñecos. Tienes que idear el
plan maestro para cachar a Santa Clos. Tienes que hacer de cuenta que no viste
nada cuando descubriste a Santa Clos. Tienes que jugar videojuegos hasta que la
X del botón quede tatuada en el dedo. Tienes que sonarte al payaso del salón.
Tienes que robarte un Playmóbil de la casa de un amigo. Tienes que explicarle a
tus papás cómo fue que se te ocurrió cometer tal hurto. Tienes que fingir que
te da cáncer de colon para no ir al escuela y evitar presentar ese examen.
Tienes que falsificar una boleta de calificaciones. Tienes que irle al América
a los Pumas, a Dallas, a Pittsburgh o a Los Lakers. Tienes que lucirte a tus
anchas en la fiesta de los primitos y recibir esa mirada de tu mamá que congela
y que es peor que quince cinturonazos. Tienes que decir “esta sí es la ultimita” después de que bajas de uno de
los juegos mecánicos. Tienes que sentirte Linterna Verde cuando sales de la
película y exigir a toda costa sus anillos de poder (15 pesos, dos por 20).
Tienes que comer el cereal con las manos,
directamente del empaque, para descubrir la sorpresa que trae dentro (la
sorpresa es que no trae nada). Tienes que vomitar en casa de alguno de tus
amiguitos. Tienes que cometer alguna estupidez parque la novia que iba a serlo,
no lo sea. Tienes que olvidar que mañana hay examen e inventar cualquier
historia que te dignifique. Tienes que correr, correr mucho, hasta que se te
olvide que vienes aquí a desaprender lo que aprendiste que tienes que hacer.
de tal modo que hagas una diferencia geográfica en la vida de ese ser inanimado.
Tienes que tender la cama en contra de la voluntad de todas las células que
habitan y gritan en tu cuerpo. Tienes que tomar la mano de un adulto al cruzar
la calle (como si el adulto tuviera más sabiduría que tú). Tienes que caminar
por la calle sin pisar las líneas del adoquín. Tienes que hacer trampa en el
Rubik y arrancar las estampas de colores (el mejor atajo que la creatividad y
la selección natural pudieron brindar). Tienes que generar el odio más
fuerte a ese momento del domingo en el que el día empieza a oscurecer. Tienes
que estirar la cara cuando te cambian de lugar por hablar en clase (y luego se
preguntan por qué no tienes habilidades comunicativas…). Tienes que voltear a
ver las nubes y sorprenderte con el detalle más lúcido de la lucha entre
dragones y quimeras. Tienes que hacerte el dormido cuando se acercan tus papás
para validar que te has dormido y entonces poder discutir a gusto. Tienes que
portar el uniforme cuando lo menos que sientes, es uniformidad en esa escuela.
Tienes que aprenderte de memoria el vocabulario y subphylums, en lugar
de comprender la naturaleza de la realidad. Tienes que beber la leche
directamente del cartón. Tienes que usar Wikipedia como sistema central de
inteligencia para todas tus tareas. Tienes que pegarte y calcinarte los dedos
con Kola Loka, intentando pegar el Lladró de tu abuelita, que se
interpuso entre la portería y tu tino. Tienes que dejar de buscar algo para que
aparezca. Tienes que meterte en lo que no te importa. Tienes que enlodarte
hasta los calzones justo cuando portas ropa recién lavada. Tienes que ser cruel
con los otros niños, justo como esos niños enseñaron que deberías ser. Tienes
que decirle adiós a los coches que pasan junto nomás por competirle a tu
hermanito. Tienes que jugar a fracturar todos tus muñecos. Tienes que idear el
plan maestro para cachar a Santa Clos. Tienes que hacer de cuenta que no viste
nada cuando descubriste a Santa Clos. Tienes que jugar videojuegos hasta que la
X del botón quede tatuada en el dedo. Tienes que sonarte al payaso del salón.
Tienes que robarte un Playmóbil de la casa de un amigo. Tienes que explicarle a
tus papás cómo fue que se te ocurrió cometer tal hurto. Tienes que fingir que
te da cáncer de colon para no ir al escuela y evitar presentar ese examen.
Tienes que falsificar una boleta de calificaciones. Tienes que irle al América
a los Pumas, a Dallas, a Pittsburgh o a Los Lakers. Tienes que lucirte a tus
anchas en la fiesta de los primitos y recibir esa mirada de tu mamá que congela
y que es peor que quince cinturonazos. Tienes que decir “esta sí es la ultimita” después de que bajas de uno de
los juegos mecánicos. Tienes que sentirte Linterna Verde cuando sales de la
película y exigir a toda costa sus anillos de poder (15 pesos, dos por 20).
Tienes que comer el cereal con las manos,
directamente del empaque, para descubrir la sorpresa que trae dentro (la
sorpresa es que no trae nada). Tienes que vomitar en casa de alguno de tus
amiguitos. Tienes que cometer alguna estupidez parque la novia que iba a serlo,
no lo sea. Tienes que olvidar que mañana hay examen e inventar cualquier
historia que te dignifique. Tienes que correr, correr mucho, hasta que se te
olvide que vienes aquí a desaprender lo que aprendiste que tienes que hacer.
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