No entiendo cómo los desafíos a la oferta y la demanda en locaciones como un aeropuerto -donde a la gente (decente) le urge echar una pestaña- las instalaciones procuran justamente lo contrario.
¿Por qué no hay dormitorios en las salas de espera, en los restaurantes y hasta en los salones de clase?
Si eso de la libertad de elección es cierto, el honesto coyotito tendría que ser visto como una debilidad y por lo mismo, privilegiado con un dulce handicap por todos lados: camas en la calle, en el metro, en elevadores y en el baño.
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