Seré breve.
¿Qué lecciones puede dejar un día en el que rompes el monitor de la computadora, quemas unos pantalones con la plancha y desconfiguras tu teléfono hasta dejarlo como calculadora?
Ese perro que te orina reiteradamente es tan preciso como tu mamá cuando te dice que te lleves suéter: sabe de timing, de tragedias y de berrinches subsecuentes.
Dos rutas rápidas y una acción inmediata quedan como salvavidas dignos.
Las rutas: convertirte en un pedazo de madera para evitar decir o pensar estupideces hiladas (y progresivas) o bien, recordar que esto no es otra cosa más que un juego. Y como tal, todo, por serio que parezca, todo, deberá ser tomado así.
La acción es sencilla: me alejo cuanto antes de cualquier otro aparato que pueda fundir o desintegrar.
Adiós.
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