Para ser leídas con “Die, Die My Darling”, de Metallica
Paso 1. Hay que ser mayor de edad para querer ser menor
En el ranking mundial de las aflicciones mentales, la ansiedad debe estar muy cerca de recibir una importante presea. Es quien secuestra la tranquilidad y por eso mismo a la claridad y deja al que antes parecía humano, en un estado de perenne y sísmica hipersensibilidad. Ya en un grado crossfit, será el responsable del famoso: «yo no pedí nacer» y de su versión reloaded: «yo no pedí crecer». Pero como por pedir (aún) no se cobran impuestos, sírvase como en buffet y bájese del mundo las horas que quiera, suponiendo que el tiempo no pasa. Es lo mejor que puede hacer para iniciar su viaje en el noble arte de hacerse el muertito.
Paso 2. Conviértase en un pedazo de madera
Junto con el masking tape, la imaginación es una de las invenciones por las cuales la raza humana podría encumbrarse en un podio galáctico. Aventurarse en las intrincadas opciones para parecer muerto supone valentía y sacrificio: cuando esté enfrentado a su más vomitivo enemigo juegue a descubrir la brillante capacidad que tiene para responder y no reaccionar. Pruebe ver qué pasa si en lugar de soltar adrenalina, enojo y edad, desfila por usted la más pertinente selección de madera que tapiza en un instante su cuerpo para dejar como testimonio de su presencia, un pequeño trozo de madera. Uno que no escucha, no siente y por ello, de manera calculada e inteligente, no dice estupideces de las cuales se arrepentirá o por las cuales deberá pagar muy pronto. Esta es una de las maneras en las que se hace pasar por muerto, por las que la gente le debería aplaudir en público.
Paso 3. Somos lo que deseamos, pero a la inversa
Somos máquinas de hacer deseos. Tan pronto se extingue o se sacia, otros dos toman su lugar en un proceso de eficiencia que no conoce certificación y el cual pocas veces es cuestionado. Sólo que se escurre la vida entre las fauces de atender deseos que muchas veces son ingenuos, irrelevantes y hasta impuestos. Pero como el deseo de corto plazo es el trance de la modernidad, se le ha de obedecer con respeto y dedicación mortal.
Paso 4. Llegue del trabajo y cave su tumba (pero junto, el control de la tele)
Uno trabaja para respetar aquello que por miedo decidió evitar. Ahora que colecciona vales de despensa, reciba su ramo de flores carnívoras que le dan la bienvenida cada noche, (había toda una esquina para descubrir lo que había detrás del mundo…) tome vuelo y arrójese con toda su pereza al sofá a ver el televisor (aunque permanezca apagado). En el pozo de los propósitos inciertos, la pregunta “¿cómo se supone que debemos de vivir?” cobra relevancia siempre que se haga a tiempo (pero pocas veces tiene uno tiempo para hacérsela).
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