Paso 1. Lleve su propia cuenta
¿Quién dijo que ayer acabó el año y que hoy inicia otro? ¿Se ha puesto a pensar que hay culturas que nos llevan varios cientos de años y que en el metro no parecen ni más evolucionadas ni cuentan con nuevas ni mejores extremidades? Por inocente que se vea, la pregunta atenta contra la costumbre de dar por hecho detalles que se cuestionan sólo para recordar que se es en la medida en la que se entiende lo que queda en lugar del concepto con el que fue nombrado. Con eso en la bolsa, tome su reloj y póngalo en ceros. Arranque la cuenta en el momento que despierte y tendrá la métrica de cuántas horas lleva vivo en el día. Mejor aún: cronometre los minutos que pase realmente atento de que está transitando durante los mismos: así medirá el tiempo consciente de su vida y hasta podría entenderse de una manera más digna su verdadera edad. Verá, de este modo, que los inicios y culminaciones existen, pero son relativos y la medida de estos es tan flexible como el punto de vista de quien determinó dicha métrica.
Paso 2. Olvide sus propósitos
Si los va a olvidar el 2 de enero, mejor le propongo congruencia y dignidad. Las estructuras aprendidas y reiteradas de manera automatizada que no tienen un sentido ni un aporte dirigido, mejor entiéndalas como un franco deterioro a la claridad de la persona. No tiene gracia esperar sin hacer nada, pero hacer cosas a lo loco espanta a los peces. Que yo sepa, un propósito de año nuevo está hecho para quedar bien parado en alguna reunión o en un rol social. Me parece un poco más valiente cuestionar su propio Norte y ponderar la necesidad de propósitos al respecto. Y no sólo por ni para año nuevo. De otra forma su vida tendrá el mismo valor y aporte que el de un bostezo.
Paso 3. Santifique sus fiestas
El silencio es un privilegio, nunca una obligación. Difícilmente alguien callará a los invitados y golpeará la copa con la cuchara para rendir homenaje a todo esto en fin de año, pero aún así, le insto a darse un tiempo y buscar que suceda esto en su fuero interno. Tome la copa y la cuchara mental de su preferencia y aparte una visita al baño, un momento en el jardín o antes de entrar a una reunión y regalése un importante minuto: uno que valga un año. Entonces hágase la pregunta: ¿Cómo justifica su existencia en este mundo? La respuesta es sólo suya. Pero algo le garantizo: a donde sea que entre, sea a la sala, con las manos aún semienjabonadas; al comedor, a continuar con la crítica de los de enfrente y a devorar ese bacalao, o en la puerta de la casa, habrá encontrado valor. Y eso tendrá suficiente relevancia para hacer la más fuerte cuenta: sumarle vida a los años y no años a la vida.
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