Para ser leídas con: “Let’s Get Ridiculous”, de Redfoo
Paso 1. Salude la oportunidad de hacer el ridículo
Vinimos al mundo a hacer ridículos de toda índole, sólo que no nos hemos dado cuenta de lo liberador y aleccionador que es. Por eso, el ridículo acumulado y reprimido sólo crece y se hace más poderoso dentro de uno, conforme van pasando los días de guardar. Acéptelo: ni siquiera puede estar de acuerdo con todo lo que usted mismo piensa. Entonces ¿dónde queda toda esa sensatez y formalidad que prodiga? Sonría y siga leyendo.
Paso 2. Toque piso
Lo mejor de quedar en ridículo es saber que usted ha tocado piso. Si el ridículo no fue lo suficientemente grande ni espectacular, prepárese porque la vida es un arsenal de ellos. Pero cuando toca suelo, ya nada es igual. Aprenda que el control es una ilusión y que el ego exaltado teme perder su trono. Y usted, en piloto automático, le rinde pleitesía (eso es lo angustiantemente ridículo).
Paso 3. Disfrute su ridículo
Como quien va a apagar un incendio, así se va la vida: queriendo caerle bien a todo el mundo sin saber que ése es el ridículo Fórmula Uno. Ser una calca de lo que pudo haber pasado con usted no tiene nombre, por ello libere su adhesión constitucional a los hubieras y ojalás, tómese una taza de café con usted mismo y encuentre en este instante algo que debería ser habitado. Así es como se disfruta un buen ridículo.
Paso 4. Salga de su ridículo en brazos
Bienvenido al mundo real: uno en el que importan cosas que son lo que sigue de ridículas, y sería absurdo (un primo hermano del ridículo) no reconocerlo. Pero así se va la vida y podría servir como una métrica de ella: en fingir cosas que más tarde saldrán del anonimato sólo para entender que lo crucial fue ignorado. Pero no se preocupe, como en todo buen programa de concursos, el premio de consolación para un ridículo ejemplar consiste en un par de palmaditas, decirle que todo va a estar bien y pedirle que cierre la puerta al salir.
Paso 5. Ponga en perspectiva sus ridículos
No hay tiempo para dedicarle tiempo a la vida: el amo de todos los ridículos. Pero tampoco se preocupe, no se requiere mucho esfuerzo para alcanzar la posteridad. Y como no nos enseñan cómo ser (mente adulta y corazón de adulto, en resumen), ni siquiera se intuye el sentido que se le otorga a cada instante. Después de todo, el mundo se divide entre los que hacen el ridículo y los que creen no hacerlo. Por ejemplo, vea lo difícil que es mantener una reputación: se trata de un trabajo que le llevará toda su vida. Conviene más hacerse una reputación que lo mantenga libre de ese mantenimiento, por ridículo que suene (y sea).
Paso 6. Vea sus ridículos en slow motion
Haga del ridículo un pequeño chiste con usted mismo. Conviértase en un GIF y salga de las fauces del paréntesis. Evite tomárselo todo tan en serio y -a falta de audífonos para cancelar el ruido mental- valide su intención con claridad y asegúrese de encontrar una experiencia significativa. Ridículo es ver que aún hay quienes creen que cambiar el punto de vista es ridículo.
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